LOS BAROJA EN
SALVACAÑETE Y EN LAS TIERRAS DE MOYA
MARIANO LÓPEZ MARÍN
Hace muchos años, cuando comenzaba mis investigaciones sobre Salvacañete,
encontré el dato del paso de D. Pió Baroja[1] por Salvacañete. He seguido investigando
sobre el tema y he encontrado muchas curiosidades no solo sobre el paso de D.
Pió Baroja por nuestro pueblo sino también de su hermano Ricardo y su sobrino
Julio. Nos aportan muchos datos con la pluma que los ha caracterizado.
Vista de Salvacañete desde el Llanillo.Alfredo Montero Martínez.Gracias
Vista de Salvacañete desde el Llanillo.Alfredo Montero Martínez.Gracias
D. PIO BAROJA
San Sebastián, Guipúzcoa, 28-XII-1872 -
Madrid, 30-X-1956.
Escritor de extensa cultura, médico, y autor
de más de cien obras entre novelas y ensayos. Pío Baroja es una de las figuras más relevantes de la
literatura española, cuyo eje principal lo forman Cervantes, Galdós y el propio
Pío Baroja. Se le ha considerado el novelista por antonomasia de la llamada
"Generación del 98", que él siempre negó. Su literatura se
caracteriza por un fuerte realismo no escaso de sensibilidad, humor y dulzura.
Los ideales de Pío Baroja se basan en un firme y apasionado individualismo, en
la juventud cercano al anarquismo, y sus personajes por un sentido de audacia y
aventura. Por su independencia de criterio no ha participado en ningún proyecto
político, siendo en ocasiones zaherido por su actitud y pesimismo. Agnóstico, liberal,
individualista, tiene apasionados lectores por todas las partes del mundo.
.
En la obra “Los recursos de la astucia”[2], tomo V de otra obra más larga “Memorias
de un hombre de acción,” está la referencia concreta del paso de D. Pió
Baroja por Salvacañete y Moya. Esta obra se compone de dos novelas “La
Canóniga “y “Los guerrilleros del empecinado en 1823”
De la Canóniga dice su autor[3]” La Canóniga es una
historia que se desarrolla en Cuenca .Cuenca es una de esas viejas
ciudades españolas colocada sobre un cerro, rodeada de barrancos y
llena de callejones estrechos y románticos. No se explica que un pueblo asó no
parezca en la literatura de un país, mas que suponiendo en ese país una
insensibilidad completa para cuanto sean realidades artísticas. La
Canóniga es, entre mis novelas, de las más sugestivas. Tiene como cierta
vibración de misterio y de odio, que creo que está realizada.
De la otra obra incluida en los
Recursos de la astucia “Los guerrilleros del Empecinado en 1823”dice
Baroja: “Es el relato de una campaña hecho casi todo él con documentos
originales; en los libros de historia no se encuentra dato alguno acerca de
esta lucha”
En la introducción de la Canóniga, en su
prólogo, dice Pío Baroja lo siguiente:
“Don Pedro Leguía y Gaztelumendi[4], verdadero y auténtico
cronista de la vida de Avinareta, escribió unas líneas preliminares para
explicar la procedencia de los datos utilizados por él en esta narración.
Por
lo que dice, las bases de su relato fueron la historia que el contó en
Cuenca un constructor de ataúdes y los comentarios y antecedentes que aportó a
esta historia don Eugenio de Avinareta[5] en Madrid. Valiéndose del
indiscutible derecho del narrador, Leguía antepuso los antecedentes de
Avinareta a la narración del constructor de ataúdes, proceder no
desprovisto de lógica, pues la faena de un constructor de ataúdes debe ser
siempre una faena final y epilogal. El lector, si es un tanto avinaretista,
quizá encuentre medianamente interesante la transcripción del preámbulo de
Leguía.
Unos
años antes de la Revolución de Septiembre[6] – dice Leguía - me encontraba en Madrid
triste y débil, retraído de la vida pública por el fracaso de mis
correligionarios y casi retraído de toda vida privada por padecer las
consecuencias de un catarro gripal. En esto, un amigo senador[7] se presentó en mi casa y me instó a
que le acompañase a una finca suya, enclavada en el centro de los pinares de la
Serranía de Cuenca.
Tanto insistió y con tan buena voluntad
lo hizo, que acepté y marché con él a su finca.
Pasé
allí cerca de un mes. Cuando comencé a aburrirme y al mismo tiempo a
restablecerme en aquella soledad, perfumada por el olor de los pinos, sentí la
necesidad de salir y andar. Mi amigo visitaba los pueblos de su distrito y
alguna vez lo acompañaba yo.
Estuvimos
en Salvacañete unos días y luego en Moya, en donde
supe con sorpresa que mi tío Fermín Leguía había sido comandante del
fuerte de este pueblo y dejado en él cierto renombre. Un viejo boticario de
Moya[8] le recordaba muy bien. Por lo que
me contó, la villa de Moya, en tiempo de la guerra civil[9][era un refugio de las
familias liberales de los contornos, mientras que Cañete
constituía el gran baluarte defensivo de las familias carlistas. Moya
goza de una gran posición estratégica, y tiene gran historia de sitios y
de defensas en tiempos de los moros, y de las rivalidades entre aragoneses y
castellanos.
En 1837-como digo-se hallaba de comandante del fuerte de Moya
Fermín Leguía[10]. En octubre de ese año, la partida
mandada por el cabecilla Sancho, a quien se apodaba el Fraile de la
Esperanza, se acercó a la villa y la sitió. El Fraile de la Esperanza
sabía muy bien que no era lo mismo sitiar estrechamente aquella
plaza que tomarla; las fortificaciones del pueblo, para entonces, tenían
gran valor, y como él intentaba abrir las ostras por persuasión, él quiso
tomar el pueblo por el mismo
procedimiento.
El Fraile envío a Leguía un oficio exhortándole a rendirse, con frases en
latín, que creía le llegarían al alma. Leguía le contestó diciéndole que
él no se rendía, y añadió que don Carlos era un babieca; Cabrera, un bandolero;
los carlistas, hordas salvajes y partidas de forajidos, y el latín un
idioma ridículo para el que no lo entendía. El Fraile de la Esperanza a este
oficio contestó con un segundo muy respetuoso, diciéndole a don Fermín que no
comprendía como un hombre distinguido calificaba de
babieca a un Rey como Carlos V, espejo de la cristiandad, llamaba bandido
al ilustre Cabrera y tenía tan mala idea de la lengua de Lacio. Leguía
leyó la segunda carta, y mirando fieramente al parlamentario del Fraile,
le dijo:
-Dígale usted al frailuco ese que no soy ningún académico ni quiero discutir
esas cosas, y añada usted que si me manda otro correo lo
fusilaré sobre la marcha. ¡Con que, hala!
El correo desapareció de prisa, y el Fraile de la Esperanza abandonó pronto el
sitio de Moya.
Varias anécdotas me contó el boticario de mi tío Fermín que retrataban su genio
vivo y sus resoluciones prontas.
…………………………………………………………………………………………………….
También D. Pío Baroja en otra obra
suya” La nave de los locos”[11] menciona Salvacañete en estos términos:
En esta posada del tio Juan Valero en Salvacañete se alojaron los Baroja según mis investigaciones. M. Lopez Marín
“Desde Teruel, Alvarito escribió a su tío Jerónimo, preguntándole cuándo y cómo podría ir a Cañete. El tío le
contestó que se acercase a Salvacañete
a donde él le enviaría un amigo que le acompañara a su casa...
Alvarito se concertó con un arriero para hacer el viaje. Desde aquella
parte del bajo Aragón, la meseta
hispánica se lanza con avidez a
buscar el mar y el clima del
Mediterráneo. Alas pocas horas de salir de Teruel se está en plena huerta de aire valenciano. Alvarito pasó por Villel, el pueblo ilustrado por el
nacimiento de Calomarde[12]; cruzó el Rincón de Ademuz y dejando
las tierras fértiles y templadas, por Vallanca fue a Salvacañete.
Salvacañete se encuentra en un alto, en un terreno
quebrado, poblado de pinos, robles y encinas. Salvacañete era por entonces
la frontera del liberalismo en la provincia de Cuenca. Unos años antes, en
marzo de 1836 se batieron allí los liberales con los carlistas
al mando de Forcadell, quien después de seis horas de acción, tuvo que
retirarse, Unos y otros dejaron en el
campo muchísimos muertos
“…..A
pesar de su guarnición, la mayoría de la gente de Salvacañete era
carlista[13];
los movilizados liberales de las aldeas inmediatas, reunidos en el pueblo,
hacían que las fuerzas cristinas tuvieran allí
un núcleo considerable. El boticario, miliciano y geólogo[14], era de los jefes de
los movilizados. Las patrullas liberales iban cogiendo por los campos a los carlistas
y curas escapados, y operaban en
combinación con la partida móvil del marquesado de Moya. Entre ellas prendieron
al cabecilla Potaje, uno de los últimos que campeaban por allí, y le metieron
en la cárcel.
Alvarito fue a
parar en Salvacañete a la posada de un tío Blas[15], hombre que en 1836
había estado a punto de ser fusilado, y a quien le quedó de miedo un tic
nervioso.
Alvarito
esperó la llegada del enviado de su tío, viejo grueso y alegré, llamado por mal nombre el lechuzo
o el chuzo, en compañía del lechuzo y a caballo, tomó Álvaro el camino de cañete , por sendas y vericuetos y
llegó dos días después.
Cañete, como muchos de los pueblos españoles, no
tenía mas que nombre. En gran parte de nuestras cosas hay eso, sólo nombre, etiqueta a veces muy
sonora; debajo nada o casi nada. Es un fenómeno
característico de todos los pueblos viejos.
Alvarito creía que iba a
encontrarse con una hermosa ciudad, y se
halló sorprendido al ver un pueblo mísero, con casas amarillentas, derruidas,
con calles como barrancos, pedregosas y
sin aceras. Álvaro en su casa había oído hablar a su madre de Cañete como de una Babilonia, llena de
complicaciones y de atractivos. Alvarito sintió ganas de reír, pero al mismo
tiempo le dio tristeza. Pensó en la extraña ilusión de su madre, en el
espejismo raro de recordar como un pueblo espléndido aquel pueblo pobre,
destartalado y derruido...
Cañete, lugar de señorío de don Álvaro de Luna, con
su gran castillo antiguo propiedad de los
condes de Montijo, no era más que un montón de
piedras y de casuchas miserables
.Un año antes lo fortificaron los carlistas, considerándolo como una de sus principales fortalezas en la Mancha. Para
ello, para restaurar la antigua muralla y construir baluartes nuevos fueron más
de dos mil soldados.-
En Cañete se habían reunido muchas familias carlistas[16] de los contornos,
como en Moya se hallaban acogidas la
mayoría de las familias liberales de la comarca...
Cañete se hallaba rodeado de una muralla de
piedra muy sólida de diez varas de
altura y más de tres de grueso con
torreones de argamasa de trecho en trecho.
Había dos entradas principales en el pueblo: la puerta de la Virgen[17], próxima al camino de
Boniches, y la de las Eras que daba al camino de Ademuz y al de
Tragacete.
Dominado el pueblo, se destacaba el fuerte de San
Cristóbal, con unos cañones ya viejos.
Entraron en Cañete Alvarito y El Lechuzo por el camino de Ademuz,
y tuvieron que sufrir un interrogatorio muy
minucioso en la puerta.
El Lechuzo, al legar a Cañete, llevó a Alvarito a casa de su tío Jerónimo. El tío Jerónimo
era un tipo raro, flaco, denegrido, de unos cincuenta a sesenta años, con los
ojos claros y el bigote blanco, corto. Recibió a su sobrino con cierta suspicacia, y después de
invitarle a lavarse y desayunar, le
sometió a un interrogatorio.[18]”
En
el capitulo siguiente de” La Nave de los locos”, en el IX de la séptima parte
D. Pío Baroja hace una descripción detallada
del fuerte de Cañete, del jefe del mismo el coronel D. Heliodoro
Gil y de las características de las
guerras carlistas en esta zona de la Serranía de Cuenca y en la Mancha muy
diferentes a las causas originarias de
estas guerras y sus manifestaciones en el País Vasco y
Navarra.
“…. A los tres o cuatro días[19] llamó a Álvaro el gobernador de la plaza de
Cañete, D. Heliodoro Gil[20], para interrogarle.
En el interrogatorio, Alvarito estuvo muy hábil. Dijo que, prisionero de los
liberales en Pamplona, al volver a
Bayona le dieron los carlistas una misión confidencial. Después de realizada pensaba presentarse a sus jefes.
Al visitar al
gobernador, éste se encontraba acompañado de un ayudante joven, el
capitán Barrientos.
Don Heliodoro hizo
muchas preguntas a Álvaro. Se notaba que
las cosas marchaban mal. Luego los dos militares el acompañaron a ver las defensas del pueblo. Cabrera había
fortificado Cañete un año antes, al
volver de su expedición a las provincias de Cuenca y Guadalajara. En
aquel mismo año salió una columna carlista al mando del cabecilla Chambonet,
saqueó los pueblos de las orillas del Tajo y volvió con muchos alcaldes presos
y con cientos de cabezas de ganado[21]. Cabrera dio la orden
de perseguir con severidad a las autoridades
que festejasen el convenio de
Vergara[22].
La guarnición de Cañete tenía siete compañías del
batallón del Cid y dos del segundo de
Cataluña, y víveres para una larga defensa. La fortaleza del castillo contaba
con varios cañones de a cuatro, quizá no muy buenos.
A pesar de sus
soldados, de sus murallas y de sus
cañones, el gobernador de la plaza no estaba
muy tranquilo. Veían que los liberales iban rodeando la comarca, y no
tenía mucha confianza en su gente.
Al terminar la visita, Alvarito se despidió del gobernador y se fue a su casa. Le contó a su tío Je que has visto las defensas de Cañete ¿- dijo don Jerónimo-. Son
formidables. Además tenemos todo el terreno minado. Ríete tú de Numancia y de Sagunto .Aquí acabaremos todos
o venceremos...
Por la tarde el capitán Barrientos fue a buscar a Alvarito y el invitó
a cenar en su compañía. Álvaro aceptó y marcharon los dos al alojamiento del
capitán. De sobremesa hablaron los dos largamente.
-
¿Qué hay de
eso de que el terreno de Cañete está
minado?- le preguntó Álvaro.
-
- Nada. Es una
fantasía. ¿quién le ha dicho a usted esa bola?
-
- Mi tío
Jerónimo.
-
- ¡Don Jerónimo!
Está loco.
-
- ¿Cree usted de
verdad?
-
- Si, hombre, sí;
completamente loco. ¿Usted ha visto su observatorio?
………………………………………………………………………………………….
Barrientos quería
enterarse de la opinión de Alvarito, sobre la guerra, y le hizo mil
preguntas acerca de lo que se
pensaba en Bayona del porvenir del carlismo. Álvaro, al
principio habló con precaución; pero viendo que el capitán Barrientos no se
recataba con él en decir francamente sus
ideas, expuso también sus opiniones con libertad. Él creía que el carlismo
marchaba mal y que después de Convenio devengara no podría esperarse más sino que le hicieran unos buenos funerales.
-
Yo creo lo mismo-
repitió varias veces Barrientos.
Al día siguiente, por la mañana,
el capitán se presentó de nuevo a Alvarito y hablaron. Barrientos confesó que estaba buscando una ocasión para escaparse de Cañete. La
guerra que se hacía allí le asqueaba.
El capitán no tenía condiciones de milita, y
menso de guerrillero. Le gustaba leer y
tenía libros de Historia y de Literatura. Halaron Alvarito y Barrientos mucho
de la guerra.
En las provincias Vascongadas y Navarra- dijo el capitán -, la guerra ha sido bárbara; en Castilla La Vieja, Merino
y Balmaseda la han dado un carácter más
fiero; en Cataluña más cruel aún, y al acercarse a Valencia y a la Mancha, ha sido lo peor de lo peor.
Aquí ya no se respeta la palabra, todo se hace con una saña repugnante .Esta es una guerra
de moros; se desnuda a los prisioneros para matarlos a lanzadas, se
desnuda a las mujeres para apalearlas y
violarlas, se fusila a los chicos[23]. Esto es,
sencillamente, una porquería.
-
Es la escuela de
Cabrera.
-
Si Cabrera
con sus lugartenientes catalanes,
valencianos y manchegos, han deshonrado la guerra y el país .Aquí es corriente cebarse con los cadáveres, mutilándolos y
sacándoles loso ojos.
-
-¡Qué horror!
-
¡Es un asco! Como
le digo a usted es una guerra de moros.
-
-Pero parece que
en todas partes la guerra es poco más o
menos lo mismo- dijo Alvarito.
-
No, allá en el
Norte, la guerra ha sido una guerra de fanatismo inspirada por los curas, ésta
es una guerra de ignorancia, de crueldad y de botín...”
En un momento del capítulo IX del libro séptimo de la Nave de
los locos D. Pío Baroja pone en boca del capitán Barrientos de la guarnición de
Cañete la ferocidad de la guerra entre los carlistas.
“Por toda
España[24], según el capitán
Barrientos, se veía como habían fermentado los gérmenes del robo y del asesinato. Ya, perdida la
guerra por los carlistas, la gente
levantisca se resistía a la paz y a la
vida normal. Sólo los soldados del
ejército organizado, los de Maroto,
Villareal, etc., querían la paz, pero los cabecillas de las partidas pequeñas no la querían.
-Son bandidos, lo mismo les da una cosa que otra-concluyó diciendo
Barrientos.
-Pero aquí forman ustedes parte
del ejército regular –repuso Álvaro.
- A medias .Ha habido una época en que sí teníamos el carácter de una
guarnición, pero lo vamos perdiendo. Las partidas van mandando, y el gobernador,
por debilidad, deja hacer
crueldades inútiles, y a medida
que esto lo notan, los de la partida se hacen más fuertes.
-¿Pero hay aquí partidas?
- Si, sobre todo hay una que nos da mucho que hacer –contestó el
capitán-.A unas cuantas leguas de aquí hay un pueblo que se llama Beteta, en el
partido de Priego, Está en un terreno muy quebrado, muy abrupto y fácil de defender, y Cabrera lo fortificó el
año pasado. En Beteta se ha formado un apartida de verdaderos bandidos que
aterrorizan a la gente de los alrededores. Los manda El Cantarero, que tiene
como lugartenientes al Adelantado, de Cañete, y a Navarrito, de Albarracín.
-¿Al nieto del general?
- Al mismo ¿conoce usted al general?
- sí, he estado en su casa.
- Es un fantoche.
- Completo
El Cantarero de Beteta
es un hombre ya viejo que no piensa más que
en reunir dinero; el Navarrito es hombre muy violento y que mató a su
hermano: el Adelantado se caracteriza por ser
muy mujeriego y andar siempre de zambra en zambra. Los demás guerrilleros
son gente digna de estos jefes: ladrones,
asesinos, algunos muy conocidos por
sus fechorías. Entre ellos están el
Pastor, el Veneno, el Bizco, Caparrosa, el Baulero, el Aperador, el Garboso, Chispilla y algunos más.
- Gente distinguida.
- Son todos ellos de una violencia
y de una crueldad terribles, dignos del patio de un presidio.
El Garboso, el pastor y el Veneno llevaron no hace mucho. A un pobre viejo
nacional pegándole y pinchándole en la plaza
de un pueblo y le hicieron arrodillarse y poner el cuello en un tajo. El
viejo era valiente y gritó: “¡Viva la
nación! ¡Viva la libertad ¡”. El Garboso
le cortó la cabeza a hachazos.
-¡Qué barbaridad!
- fue un espectáculo repugnante. En esta partida de Cantarero, que
tiene su punto de refugio en Beteta, hay varias mujeres, cosa no muy común en
esta guerra.
- sí, es verdad; no se ha hablado de guerrilleras.
En cambio, como sabe
usted seguramente, las mujeres tomaron parte muy importante e la guerra de la Independencia.
-¿Y usted cree que ha sido una ventaja grande?
- Grandísima, porque de haber intervenido ellas, la guerra hubiera
tomado aun mayor ferocidad. Hay varias mujeres
en la partida del Cantarero, entre ellas Juana La Pintada, Vicenta Serra
y la principal, la que capitanea a todas,
la Rubia de Masegosa. La Rubia es la querida del Adelantado. Esa Rubia tiene
una idea romancesca y le gusta montar a
caballo y tomar aires de amazona. Es una mujer que no es fea, tiene la tez blanca, la boca pequeña, los ojos de
almendra y el pelo negro... Yo la he
visto. Cuando se enfurece se le crispa el labio y muestra un colmillo
blanco, con una fiereza de animal rabioso. Llama cobarde a todos y quiere
derramar sangre. Cuando el Garboso y el pastor
decapitaron al viejo nacional, se
sortearon entre todos para ser verdugos, y, al parecer, la Rubia entró en el sorteo, porque se
consideraba con fuerza suficiente para cortar la cabeza de un hombre con su hacha.
-¡Qué bestia!
- La Rubia de Masegosa vio también como violaban a una muchacha que se
había burlado de ella, y luego la m ataron clavándole una estaca en el vientre.
-¡Cuanta brutalidad!
- ahora hay otra cosa. Esta partida del Cantarero de Beteta está en
contra de nosotros. Nos tienen por
tibios. Ellos, probablemente, si los
pescan los liberales serán fusilados, porque
son todos bandidos; en cambio, nosotros, no, somos militares, y seríamos
tratados como militares. Aquí en Cañete, el representante de la partida del
Cantarero es el Tronera, que quiere que la guarnición cometa toda clase de brutalidades para ponerse como
fuera de ley, y entonces hacerse solidaria de la partida del Cantarero. Don Heliodoro no comprende esto, y, como no lo comprende yo
voy a buscar la salvación por mi cuenta.
-Hace usted bien.
- No se lo diga a nadie.
- No tenga cuidado.
Como el capitán iba a
buscar su salvación, no se lo indicó claramente
a Alvarito.”
En el capítulo X[25],
titulado “Escapatoria” cuenta Baroja
como Alvarito, Barrientos y otros se van de Cañete, pasando por Pajaroncillo en dirección a Minglanilla y Belmonte con la consiguiente persecución del
Tronera y varios más.
“………………………………………………………………………………………Decidieron[26] los tres escaparse
del pueblo. Barrientos dijo que unos
días más tarde podría contar él contar con caballos. Los apostarían cerca de la
puerta de la Virgen, montarían y marcharían a Pajaroncillo.
La Bruna y el
Tronera enterados de que don Jerónimo había
dado dinero a Alvarito, pensaron arrebatárselo.
La Bruna le propuso llevarle a una de las casas
vecinas con una muchacha muy guapa que ella conocía; el Tronera le quiso
acompañar a un cafetucho donde se jugaba una partida fuerte al monte.
Alvarito aplazó el
ir a un lado y al otro y preparar la
fuga. Dispusieron entre el capitán, la Damasa y Álvaro que el domingo
siguiente un muchacho estuviera con
los caballos cerca del río ,esperándoles
a ellos, que saldrían como a pasear.
No dijeron nada de sus planes, pero el Tronera olfateó la maniobra, y comenzó a espiarles.
El domingo por la
mañana, el capitán Barrientos mandó a su asiente con los caballos a beber al
arroyo. El asistente quería también marcharse.
La Damasa y Alvarito
salieron por la puerta de la Virgen, tomaron por el camino de Boniches, cruzaron el río por un
`puente pequeño y fueron marchando a cierta distancia del río hasta otro puente.
Allí estaban los caballos.
Poco después apareció
el capitán Barrientos.
Montaron los cuatro a
caballo, llegaron hasta una venta y se encontraron con una patrulla que les
pidió explicaciones. El capitán se
impuso y lograron para. Algún tiempo después notaron que les perseguían. El Tronera y otros cinco o seis hombres a caballo se l
es acercaban.
Aquí no hay más
solución que salvarse a uña de caballo- dijo Barrientos.-Si la Damasa no sabe
montar, yo la llevaré en brazos.
Oyeron repetidas veces
silbar las balas por encima de su
cabeza. Afortunadamente, los caballos traídos
por Barrientos eran muy buenos, y
antes de la hora de comer estaban en Pajaroncillo, sanos y salvos.
En aquel pueblo había
guarnición liberal, y Barrientos, con su asistente y Alvarito, se presentaron a
ella. El jefe de la guarnición, después de oírles les dejó en libertad, y
recomendó a Barrientos siguiera hasta Cuenca
para presentarse a las autoridades. El asistente se quedó en Pajaroncillo pues
era de una aldea Próxima.
La Damasa quería ir a San Clemente, donde tenía unos tíos.
De Pajaroncillo tomaron los
tres hacia Minglanilla, y Alvarito
aprovechó la ocasión para acercarse a Graja de Iniesta, el pueblo de su padre.”
D. RICARDO BAROJA
Otro
Baroja tiene también algunas referencias
en su obra a Salvacañete. Ricardo Baroja, en “Gentes del 98” [27]
lo
hace en estos términos:
“En aquella época, yo pertenecía al cuerpote Archiveros, Bibliotecarios y
Arqueólogos: Hice oposiciones a la
Sección de Museos Arqueológicos. La Arqueología, la Historia del Arte la Numismática y la Epigrafía formaban el fondo de conocimientos necesarios
para ingresar en aquella Sección. Era natural, y así lo esperaba yo, que, que
en el Ministerio de Instrucción pública
me dieran una credencial para desempeñar
un cargo en cualquier museo de provincias o de Madrid; pero como todos
los puestos estaban ocupados por
recomendados de los que mangoneaban en el ministerio, fui destinado al
archivo de Hacienda de Teruel. Es lo
mismo que si a un médico lo envían a defender pleitos.
Mi
misión había de consistir en catalogar
documentos tan arqueológicos como
las cédulas personales , las cuentas de
la contribución o las rentas de tabacos,
¡Viaje
extravagante! Fui a Cuenca en ferrocarril. En cuenca tomé la diligencia de
Cañete. Subieron al coche mujerucas con
impedimenta de cestos colmados de piezas
de percal, gallinas, abadejo, y huevos; y un
albañil valenciano, seria como peregrino de la Meca, y un
muchachote alto, guapetón, de unos treinta años, con aire de taco.
En
cuanto el coche tomó carretera adelante,
las mujeres comenzaron a charlar por los codos. Querían saber, a todo trance,
quienes éramos y adónde íbamos. A fuerza de preguntar, consiguieron
enterarse de que yo iba a Teruel
y que venía de Madrid. . El jaque bien plantado era maderero, cortaba pinos
en los Montes Universales y los echaba por los arroyos[28] hasta el Tajo y el Júcar.
El moruno albañil iba a construir una casa en Cañete. El maderero me dijo que
iba a Salvacañete para reforzar un
puente que sus almadías de troncos estropearon
en la última primavera.
- ¿Entonces
lleva usted el mismo camino que yo?-dije.
- El mismo hasta Salvacañete: luego, tendrá
usted que atravesar la sierra para ir a
Albarracín y, de allí, a Teruel.
- ¿Habrá
algún guía en Salvacañete?
- Ya
veremos.
El maderero, en la primera
parada de la diligencia, se apeó en la
venta con el cochero. Al poco rato salía
éste enjugándose los labios con el dorso de la mano y subía al pescante. El
cortador de pinos tardaba y comenzábamos
los viajeros a impacientarnos. Por fin,
apareció; se despidió de una muchacha
apretándole la mano.
- ¡Hasta la vuelta ¡¡Eh! – dijo y, en dos zancadas, vino al estribo y subió al coche.
En todas las paradas ocurría algo por el estilo; el
cochero echaba un trago y el maderero se despedía con ternura de una moza o de la mesonera. Las
viajeras fueron bajando y quedamos el silencioso valenciano, el maderero y yo.
-
¿Sabe usted que voy notando que es el gallito de estos andurriales?- dije
al maderero.
-
- ¿Por qué?-
respondió.
-
Porque en cada
posada tiene usted un rato de parla con alguna prójima.
-
-¡Bah…! Se hace
lo que se puede
-
-¡Esa última era
guapa de verdad!
-
-¿A usted le
parece?
-
-¡Ya lo creo!...
-
- No es maleja…:
pero donde hay una, que quita el sentido, es en la posada de Salvacañete. ¡Vaya
mujer! Lo que tiene de malo es que es sorda.
-
-¿Sorda de
nacimiento?
-
- No, se quedó
sorda… ¡si es una historia; pero la mar de curiosa! Ella era muy… ¿cómo
diremos…?
-
No voy a referir
la historia de la sorda que nos contó el
maderero, porque únicamente en un tratado
de psicopatía Sexual tendría decorosa cabida.
-
El
silencioso albañil que escuchaba el
pornográfico relato preguntó:
-
¿Pero los
médicos dijeron que la frialdad de
aquello fue lo que le produjo la
sordera?
-
- así lo decía.
Llegamos
a Cañete, término de nuestro viaje en diligencia. El albañil se despidió de
nosotros ya estábamos dispuestos el maderero y yo a pasar la noche
en aquel pueblo, cuando se terció el modo de llevar los equipajes a
Salvacacañete.
Cargamos nuestras maletas y charla que te charla
llegamos al pueblo, entrada la noche.
Fuimos
a la posada de la sorda y nos dispusimos a cenar. Éramos seis o siete alrededor
de la mesa. La sorda nos servia.
Buena
moza, bien plantada y garrida, llevaba gran faldamenta de refajos a la manera aldeana uy cubría su cabeza con un pañuelo azul muy ceñido, anudado por
debajo de la barbilla, para apretarse las orejas.
Los
prójimos que cenaban le hicieron unos
cuantos arrumacos, más d emano que de palabra, a los cuales la moza no se
mostró demasiado esquiva: al contrario, sonreía picarona y se dormía en la
suerte, sobre el hombro de los comensales al cambiar los platos o al escanciar
el vino. Noté que el maderero torcía el gesto.
Ahora
que han pasado tantos años, puedo decir, sin pecar de vanidoso, que yo, el
señorito madrileño, fui
especialmente distinguido por el dejar
hacer de la moza, mientras cenábamos.
-
Pues nada,
señorito- saltó el maderero bruscamente-, esta misma noche me ocupo en buscar un guía que le lleve a usted a Albarracín, que siempre se encontrará algún
trajinero que vaya para allá.
-
Pues mire usted compañero- respondí- , la
verdad es que no tengo maldita la prisa
y lo mismo me da marcarme mañana, que
pasado, que dentro de quince días.
-
-¿Pues no dijo
usted que tenía que tomar posesión de ese destino dentro de la semana?
-
- ¡Bah! El
Archivo de Teruel y sus papelotes pueden esperar
El
maderero se sirvió un vaso de vino, lo apuró de un trago y se fue lanzando
miradas iracundas a la sorda, que
se puso inclinada sobre mi hombro a recoger los cubiertos; con
lentitud muy de agradecer de mi parte.
Se
marcharon los compinches de la cena, y la madre
de la sorda dispuso una cama para
mí en la alcoba del comedor[29].
Inmediatamente
me acosté y al medio minuto escaso me dormía rendido.
* * *
Me despertó una fuerte
sacudida. Abrí los ojos y los volví a cerrar deslumbrado por la luz de un farol
puesto a un palmo de mis narices.
-¡Eh Señorito! Abajo está el
guía con una yegua-dijo la voz del
maderero.
- ¿Pero no quedamos...?
-Es que si no es hoy, que va Pedro de Ademuz[30]
a Albarracín, no encuentra usted quien lo lleva.
- ¡Madito sea Pedro de Ademuz!
- Abajo está esperando con su yegua. Conque a vestirse, que está amaneciendo, y que hay
una buena caminata –dijo el maderero, y dejando el foral sobre una cómoda se
marchó.
Me lavé en la jofaina, grande como plato de postre, me vestí y salí a
la puerta.
A la luz cenicienta de la mañana
vi a un hombre chiquitín y negruzco, que tenía del ronzal una yegua albardadas con dos serones[31] de pleita. Un potrillo de dos meses metí el
hocico entre las ancas de la yegua.
- ¿Usted es el guía? - pregunte malhumorado.
-Para servirle.
-Sabe usted el camino de Albarracín?
- Si, señor.
- ¿Y no podía usted hacer el viaje mañana?
- Tengo que ir hoy a llevar un recado.
-¿Hoy mismo?
- Hoy mismo.
- ¿Cuánto me cobrará usted por el viaje?- pregunté con la esperanza de
que me pidiera un precio
exorbitante y demorar mi partida.
- Dos pesetas por mi jornal, la manutención del día y otras dos pesetas
por la caballería, amen del pienso de algarroba.
No podía ser más barato el
ajuste y tuve que aceptarlo.
Me ha dicho el señor Juan el de
los Pinos, que tiene usted una valija.
- Sí, ahí está en la alcoba: cójala.
El guía trajo mi maleta y la enfundó en uno de los serones: yo subí
sobre la yegua y metí lo pies en el otro serón, para servir de contrapeso a
mi equipaje.
Echamos a andar por un
callejón y, al salir a la carretera nos
encontramos a unos labradores, que nos preguntaron hacia donde caminábamos.
- Camino de Albarracín-contestó Pedro de Ademuz.
- ¡A Albarracín se va por el
otro lado, hombre ¡
-¡Es verdad ¡- contestó mi guía -, estoy medio tonto de sueño.
Y dando la vuelta, comenzamos a andar en sentido contrario.
-¿Pero sabe usted el camino?
- Como el pasillo de mi casa. Lo que es que me he confundido a la
salida del pueblo.
La carretera se
internaba en valles
cada vez más estrechos[32] entre montañas
cubiertas de pinos.
Pedro de Ademuz y yo
nos habíamos propuesto ser mudos, porque
anduvimos un par de leguas sin cambiar palabra.
Llegamos hasta el final de la carretera en el respaldo de un monte .Una casilla[33] de peones camineros
aparecía a nuestra derecha.
-¡Eh, vamos a parar! – dije.
-Bueno, pararemos.
- Llamé a la casa; a ver si nos
daban algo de comer.
-Bueno- dijo el guía, y me arrojó el ronzal de la cabalgadura.
Fue a la puerta y la
golpeó con la palma de la mano. Se abrió la puerta y apreció un hombre en mangas de camisa, con zorongo aragonés[34] en la cabeza.
-¡Eh, buen amigo!- gritó-. Venga acá;
que le daremos de beber y de
comer lo que haiga, sin que le cueste
una cuaderna.
Bajé de la yegua,
sin acordarme de la maleta, que rodó al
suelo por el otro lado.
El del zorongo se
apresuró a recogerla y dejarla en el poyo de la puerta.
- Pase… ¡Que hoy es gran día en esta casa! Que no hace ni dos horas,
que mi mujer me ha dado una cría. ¡Maja…! ¡Bien majica! Venga a verla buen amigo.
-¡enhorabuena! ¿Y está bien la madre?
- ¡Y la hija mejor que nunca!
Pasamos aun alcoba.
Sobre un catre vi a la parturienta, que
me miró con ojos lánguidos, y al lado, una bolita
amoratada. La cabeza de la recién nacida.
-Pero, ¿no ha venido nadie a asistir…?
-¡Nadie!... ¡Ja…Ja! ¡Que se equivocó en
la cuenta!
¡Que decía que era para la semana que viene!...y ¡zas!...
¡Esta mañana! …¡Pum! ¡Como una escopeta ¡¡La chica…!
¡Y que es bien maja…! Ahora sacará
agua y unas copejas.
Disimuladamente
puse un duro sobre la cómoda, bajo la
fotografía del hombre del zorongo, vestido de soldado[35], y salimos de la alcoba...
Bebimos dos o tres
copas de aguardiente a la salud de la recién nacida, y
despidiéndome de aquel padre feliz,
marchamos a campo traviesa y nos
internamos en el monte.
A mediodía llegamos al
pueblo llamado Toril.
Pedro de Ademuz se
encargó de la comida. Comimos no recuerdo qué, bebimos vinazo negro en porrón.
El guía se puso
taciturno cuando notó que se terminaba
el líquido y me miró de soslayo.
-
¿Qué, más
vino?-pregunté.
-
Bueno.
Las dos posadas que hubo en Salvacañete,la del tio Juan Valero en la parte superior y la del tio Valeriano Pérez es n la inferior. M.Lopez Marín
La posadera trajo otro
porrón. Tomé un par de tragos y el guía
sentado en el banco con la nuca apoyada
en la pared y el compás de las garrillas bien abierto, alzó el porrón en el
aire y lo vació sin resollar.
Pagué y echamos a
andar a pie. Pedro de Ademuz se puso a mi lado. Sonreía y el vino le daba ganas
de conversar.
-Mi amo-principió y le interrumpió el hipo-.
Yo tengo que confesar…eso…que confesar…que nunca he ido a… Albarracín…
-
¡Demonio!
-
No…no...señor …,
no he estado nunca …nunca en
Albarracín…Yo soy del rincón de Ademuz...si…si
por eso me llaman Pedro de …
-
¡Maldito seas...!
- No se incomode usted…mi amo…Yo siento…yo tengo remor…remordimiento…eso…, por engañar a un señor que da tan bien de comer y de beber…Yo, seria un cochino…pero que un cochino…si no le dijera la verdad a quien me ha dado de comer y de beber…el Señor Juan el de los pinos… ¡Le parta un rayo!!...tiene la culpa…Me dijo que usted necesitaba ir hoy mismo a Albarracín y que yo tenía que acompañarle…a Albarracín…si quiere usted ir a Ademuz…yo sé el camino…como el pasillo de mi casa…diga usted: ¡Vamos a Ademuz, y yo voy con los ojos cerrados.
Yo
sentía ganas de machacar aquel cráneo,
con forma de coco, que cubría el
grasiento pañuelo negro.
-¡el señor Juan el de los Pinos…!” ¡Es un
canalla!-gritó dando patadas en el suelo.
-¡Y usted otro! - respondí exasperado.
- Es que no tengo más remedio
que estar a bien con ése y le,
porque cuando llega la corta, da jornal. Es una cochinada…sí, señor… una
guarrada...Yo creo que lo ha hecho por…la sorda de la posada… ¡Ji…! ¡Ji…! ¿Ji…!
Y el condenado guía, no sé si
llorando o riendo, se fue hacia la raíz
de un pino, se sentó, dio dos o tres cabezadas y se cayó de bruces.
Me
acerqué y le sacudí con violencia. Se le diría muerto, si no fuera por el
barboteo que hervía en su gaznate.
Yo
estaba furioso, y le di unos cuantos puntapiés, para hacerle volver en sí. Todo
fue inútil.
Monté
en la yegua, descargue en ella parte de
mi cólera, y con el potrillo detrás
seguí camino a la buena de Dios.
El terreno era cada vez más montuoso: enormes picachos cerraban el horizonte, En el fondo de una pinada sonaban los chillidos de los mochuelos, Parejas de cuervos volaban en demanda de las umbrías.”
Salvacañete desde la ermita de Valdeoña. M.Lopez Marín
[1] D. Carlos de la Rica,
antiguo sacerdote de Carboneras de Guadazaón durante veintitantos daba
este dato en la Revista Cuenca, nº 18 2º trimestre 1980 "Partida
y fe de D. Pío Baroja”.El periodista de Alcalá de la Vega Florencio
Martínez Ruiz y su hijo publicaron en 2002 un artículo en el Día de
Cuenca también sobre el paso de Pío Baroja por Salvacañete y Moya Yo lo
incluí en la reseña histórica que hice de Salvacañete en el Libro de Fiestas
del año 1991 en la sección: Salvacañete en la historia y
con el “Fechas para una cronología histórica de nuestro pueblo “.Además
está incluido también en mi libro “ Salvacañete : su historia y sus gentes” pág
359.
[2] Es el tomo V de su obra “Memorias
de un hombre de acción” y fue publicada en 1915.
[3] Baroja, Pio.: Memorias
de un hombre de acción “Los recursos de la Astucia” Tomo V. Cubierta de
Ricardo Baroja. Editorial Caro Raggio. edición conmemorativa del
centenario del nacimiento del autor. Madrid 1976
[4] Aquí la figura de Don Pedro Leguía y
Gaztelumendi, antepasado de Pió Baroja, representa
al propio autor, según varios estudiosos de la obra de este escritor. El
que realmente recorre el Marquesado de Moya desde Salvacañete,
acompañando a un amigo senador, es D. Pío Baroja y así lo hace
constar D. Carlos de la rica en Óp. cit Revista Cuenca, nº 18 2º trimestre
1980 "Partida y fe de D. Pío Baroja” Y otros escritores de
nuestra tierra como el alcaleño y antiguo periodista de ABC Florencio
Martínez Ruiz.
[5] Entre 1913 y 1935
aparecieron los 22 volúmenes de una larga novela histórica “Memorias
de un hombre de acción”, basada en la vida de un antepasado suyo, el
conspirador y aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792-1872),
a través del cual refleja los acontecimientos más importantes de la historia
española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la
regencia de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de
Fernando VII Son las siguientes: El aprendiz de conspirador (1913), El
escuadrón del «Brigante» (1913), Los caminos del mundo (1914), Con la pluma y
con el sable (1915), que narra el período en que Aviraneta fue regidor de
Aranda de Duero, Los recursos de la astucia (1915), La ruta del
aventurero (1916), Los contrastes de la vida (1920), La veleta de Gastizar
(1918), Los caudillos de 1830 (1918),La Isabelina (1919), El sabor de la
venganza (1921), Las furias (1921), El amor, el dandysmo y la intriga (1922),
Las figuras de cera (1924), La nave de los locos (1925, en cuyo prólogo se
defiende de las críticas hacia su forma de novelar vertidas por José Ortega y
Gasset en El Espectador), Las mascaradas sangrientas (1927), Humano enigma
(1928), La senda dolorosa (1928), Los confidentes audaces (1930), La venta de
Mirambel (1931), Crónica escandalosa (1935) Desde el principio hasta el fin
(1935). Ver información en http://es.wikipedia.org/.
[6] Esta Revolución de
Septiembre tuvo lugar el 19-9-1868 y consistió en un amotinamiento de las
fuerzas navales, con base en Cádiz, al mando de Juan Bautista Topete
contra el gobierno de Isabel II. La idea era buscar un gobierno más
eficaz en España que sustituyese al Presidente Narváez y derrocara a
Isabel II. Los generales amotinados dirigieron una proclama a todo el
país y solicitando su ayuda para conseguir una España democrática y con
menos problemas
[7] Este amigo senador tal vez
fuese D. Vicente Romero Girón , senador vitalicio por la provincia
de Cuenca desde 1881 hasta 1900 casi ininterrumpidamente,
según mis investigaciones realizadas en documentación del senado
[8] Los Jiménez fueron los viejos
boticarios de Moya, cuando sólo había farmacia allí ,según me comentó mi
amigo Don Pepe Peinado Palacín maestro nonagenario de Landete ,
que conservaba una memoria prodigiosa y es gran amante de todo lo Moyano. Hablé
con él la última vez el 13 -1-08 interesándome por el tema. Murió en 2014
[9] Esta guerra civil se refiere a las
famosas Guerras Carlistas en las que Moya, Salvacañete y Cañete jugaron
un papel importante.
[11] BAROJA, PIO “La
nave de los locos” Edit. Caro Raggio.1925. 395 págs. Referencias a
Salvacañete en las páginas 343 y 344. digitalizado por Google el 7-7-06
de un ejemplar procedente de la Universidad de Míchigan... Accesible en parte en la web: www.bookx
. google.com/ referencia Salvacañete El texto que he utilizado está tomado de una edición de” La nave de
los locos”, Séptima aparte, capítulo VIII “Cañete “de 1 980. Edit. Caro Raggio, págs. 314 y ss.
[12] El municipio turolense de
la Sierra de Albarracín Calomarde,
situado entre Royuela y Frías de Albarracín a 51 Km . de Teruel, debe su
nombre al político Tadeo Calomarde,
natural de Villel (Teruel),
Francisco Tadeo Calomarde de Retascón y Arriá. (Villel, 10 de febrero de 1773 - Toulouse, 19 de julio
de 1842) fue un noble y político español, duque de Santa Isabel en Dos Sicilias. Ocupó el ministro de Gracia y Justicia
(1823-1833) durante la restauración absolutista de Fernando
VII, y promulgó un célebre Plan General de Estudios. Fue Académico de Honor
de la zaragozana
Real Academia de
Nobles y Bellas Artes de San Luis, desde el 26 de abril
de 1828. Recibió el Toisón
de Oro (1829), la Gran Cruz de la Orden de Carlos III (1809) y la Legión
de Honor. Ocupó diversos cargos
políticos en la España de las primeras décadas del siglo XIX. http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Tadeo_Calomarde
(21-2-2010).
[13] Salvacañete tuvo mucha importancia
en las guerras carlistas y en su término
y en el propio pueblo se desarrollaron muchas acciones de estas guerras., la de Forcadell en 1836,
fue una de ellas. LOPEZ MARÍN, MARIANO.: Salvacañete: su historia y sus gentes” Información de las Guerras
carlistas en la zona de Salvacañete en Págs.
282-319.
[14]
Ese boticario de Salvacañete, según mis
investigaciones era D. Tadeo Lapesa que regentaba la farmacia de Salvacañete
en 1865 según esta publicación” El restaurador farmacéutico” Periódico
oficial de la Sociedad farmacéutica de socorros mutuos, del colegio de
Farmacéuticos de Madrid y de la Asociación Filantrópica Farmacéutica. Director
D Quintín Chiarlone.Imprenta de José M.
Ducazcal. Madrid 1865. Universidad Central Facultad de Farmacia... Biblioteca.
R 109964...Pág. 322 “Cuenca: D Antonio Senen de Castro de la
capital, D. Tadeo Lapesa, de Salvacañete y Don Paulo Polo, de Tragacete, envían
sus adhesiones ilimitadas. D. Mariano Palacín, de Landete, se adhiere opinado
contra las igualas y favor de los
sueldos de residencia para todos los titulares, aparte de los
medicamentos….…” En esta otra
publicación se menciona la licenciatura de D. Tadeo Lapesa en Madrid: “Madrid en sus diarios: 1845-1859” Escrito por Madrid. Universidad. Seminario de Bibliografía Hispánica,
Universidad Complutense de Madrid. Seminario de Bibliografía Hispánica,
Mercedes Agulló y Cobo.” Investidura de licenciados: D. José del Barco, D.
Manuel Martínez, D.
Teodoro Lapesa….”
Información en la web:
http://books.google.es/books?id=V2wNAQAAIAAJ&q=Tadeo+Lapesa&dq=Tadeo+Lapesa&lr=&cd=2
((21.-2-2010).
[15] Esta posada tal vez pudiese ser la que hemos conocido
todos los de mi generación como Posada del
tío Juan Valero” Juan
el de la posá”, la mas antigua de Salvacañete aunque también en el siglo XIX cuando ocurren
estos hechos existía la posada del tío Valeriano Pérez que fue de su suegro. Tal
vez alguna documentación de la familia
Valero Garrido hijos del tío Juan Valero nos de pistas .Esa
documentación me comentó alguna vez su nieto
y amigo Marcial Valero que
existía porque guardaban sus tíos y su padre documentación muy antigua de
distintos aspectos.
[16] Cañete representaba al
carlismo igual que Moya al liberalismo por la concentración de familias de los pueblos
de alrededor de estas dos
tendencias políticas en las respectivas
localidades, carlistas en Cañete y liberales en Moya. Ese mismo dualismo se
daba en Salvacañete donde, según Pío
Baroja, los liberales eran los de las
aldeas de Salvacañete, concentrados en el pueblo y los carlistas los del propio pueblo. De hecho cuando la expedición real del Príncipe Carlos llega
a Salvacañete un 5-9 de 1837. y deciden
alojarlo en casa del cura a pesar
de no serle adicto, por la noche se oyeron diversos vivas al rey.
[17] La puerta de la Virgen da un camino que conduce hasta la Hostería de
Cañete y es por la que en la actualidad
entran los toros en las fiestas de
septiembre y la Virgen de la Zarza
cuando la traen de su ermita. La de las Eras está a la entrada de Cañete, al lado de la fonda
Murciano y de las calles que dan
acceso a la iglesia y a la plaza mayor.
[18] Óp. cit Baroja, Pio” La nave de los locos”, Séptima aparte, capítulo
VIII “Cañete “Madrid, 1980. Edit. Caro
Raggio, págs. 314,315 y 316.
[19] Óp. cit
Baroja, Pio”
La nave de los locos”, Séptima aparte, capítulo IX Los Jefes Madrid, 1980. Edit. Caro Raggio, pags 324 y ss.
[20] El coronel
D. Heliodoro Gil, comandante
del fuerte de Cañete era muy conocido por la
comarca. Y en todas las antiguas tierra del Marquesado de Moya. Sobre la
fortificación de Cañete y el Coronel Gil ver LOPEZ MARÍN, MARIANO.: Salvacañete:
su historia y sus gentes” Gráficas
LLogodí. Utiel 2004. Págs. 298-301.
[21] La actuación de las tropas carlistas en el Marquesado de Moya en general y en Salvacañete
en particular se caracterizó por las
requisas de ganado, apresamientos de alcaldes, muertes, incendios y mucha
violencia. Remitimos al lector a Óp. cit LOPEZ
MARÍN , MARIANO.:Salvacañete : su
historia y sus gentes” Págs.282-319
donde se explica el desarrollo de las guerras carlistas en la zona de Salvacañete
[22] El Convenio de Vergara o Abrazo
de Vergara es un convenio que se
firmó en Oñate
(Guipúzcoa)
el 29 de agosto de 1839 entre el general
isabelino Espartero y trece representantes del general carlista Maroto
y que dio fin a la Primera Guerra Carlista en el norte de
España. El convenio quedó confirmado con el abrazo que se dieron Espartero y
Maroto el 31 de agosto de 1839 ante las tropas de ambos ejércitos reunidas en
las campas de Vergara,
razón de su nombre popular. Fue firmado
tras complicadas negociaciones. Espartero representaba al bando isabelino o
liberal, partidario de Isabel II, y Maroto al bando carlista,
partidario del pretendiente don Carlos, hermano del padre de
Isabel, Fernando VII. Fue decisiva la mediación del
almirante lord John Hay, jefe de la escuadra de observación
británica con base en Bilbao, y que ya desde 1837 había comenzado a sondear a los
generales de ambos bandos para hacer fructificar la finalización de la guerra .Información
extraída de la web: http://es.wikipedia.org/wiki/Abrazo_de_Vergara.(
21-2-2010)
[23] En Salvacañete, por mandato del Coronel Gil comandante de la
guarnición de Cañete, se mató a un espía del pueblo y se colgó su cabeza en una larga pértiga
en la plaza, muy cerca de la Casa ayuntamiento para escarmiento general.
Óp. cit LOPEZ MARÍN, MARIANO.: Salvacañete:
su historia y sus gentes” Pág301.
[27] Baroja, RICARDO.:” Gentes del 98” . Edit. Juventud.1952.188
Págs. Las referencias a Salvacañete están en las páginas 157 y 158 del capítulo
XXVII titulado OTROS RELATOS Y
dedicado a JOSE STTATFORB GIBSON, pintor inglés desconocido y residente en
Albarracín Se pueden descargar parte de estas referencias en www.cervantesvirtual.es.
[28] Las maderas a finales
del siglo XIX y hasta 1940 se transportaban por los ríos conducidas por los
gancheros. De esta actividad de los gancheros hay amplia información en mi
obra Óp. cit“LOPEZ MARÍN, MARIANO.: Salvacañete su historia y sus
gentes”. Uno de los últimos gancheros de Salvacañete fue el tío Mariano
Murciano, “Mariano el de Las artigas.
[29] Esta referencia confirma que la posada en
cuestión era la del tío “Juan de la posada”, anteriormente de su suegro. Junto
al comedor hay dos alcobas. En la otra posada, la del tío
Valeriano Pérez, que también fue de su suegro Francisco, las alcobas
estaban en la planta de arriba.
[30] Los arrieros
ademuceros venían por Salvacañete a
vender uvas, vinagre y frutas y llegaban
a las aldeas de Salvacañete y hasta Carboneras. Paraban en la posada de
Casas Nuevas, regentada por el tío Lino Valero y después por su hija Cecilia
Valero y su yerno Candido Marín, tío de
mi madre. También en las posadas de Salvacañete.
[31] Aquí serones son los “cujones “del serón, cada una de las dos bolsas que lleva el serón
para poner la carga: remolachas, hojas, forrajes, calabazas, patatas, etc.
[32] La carretera de Albarracín,
en el tramo de Salvacañete va toda ella
encajada en un valle junto
al río Cabriel .Ese valle se ensancha
por la zona de la Hondonada, el Valle Carmona, Fuente de la Sabina y Masegarejo.
Los pinos no faltan en ningún tramo.
[33] Esta casilla de peones
camineros era la que había en la Fuente de la Sabina que yo todavía recuerdo
verla en pie a principios de la década
de los años 1960, construida cuando hicieron la carretera de Salvacañete
hasta Albarracín en la década de 1920.
allí estuvieron de camineros el tío Saturnino García, que después se bajaría la
otra casilla de peones camineros de la Caseta, y el tío Arcadio de Salinas del
Manzano. Las piedras sillares de esta
casilla de peones camineros y las de la
casilla de peones de La Boquilla, donde
vivió mi bisabuelo materno Enrique
Marín, sirvieron para reconstruir la torre de la iglesia de Salvacañete.
[34] Los hombres de Salvacañete,
tal vez por influencia de la zona
aragonesa próxima a nosotros, llevaban un pañuelo anudado en la cabeza, el
zorongo del que habla el autor. Yo recuerdo todavía de niño ver al tío Agustín de la Hondonada , padre de Gonzala,
la esposa de Agapito y hermano del tío
Gregorio Jiménez, vecino nuestro, con su pañuelo en la cabeza y todo vestido de
negro. Mi madre recordaba a su abuelo con esta indumentaria.
[35] Esa imagen no faltaba en
ninguna alcoba de Salvacañete y de los
pueblos de las Tierras de Moya...
(C) MARIANO LOPEZ MARÍN
(C) MARIANO LOPEZ MARÍN
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